Como padres debemos saber que Amar y corregir son conceptos que están muy ligados, pero que muchas veces no sabemos balancear debido a que nos ciega una falsa idea de tolerancia que no permite que seamos coherentes con lo que Dios nos pide, lo que si no sabemos asumir tarde o temprano nos traerá consecuencias; esto mismo le paso al rey David con el caso de su hijo Absalón, un joven criado en el palacio y guiado en la ley, pero que se desvío del camino correcto, sus consecuencias fueron graves y al rey David le costó mucho aprender esta lección.
Vv. 1-4
Después de enterarse de la muerte de su hijo Absalón, David el rey de Israel entristece y se lamenta al punto de que su lamento llega a oídos de todo el pueblo que había servido fielmente a su Rey, lo que conlleva a que a pesar de haber logrado una victoria sobre sus enemigos, los Israelitas se sintieran mal y entraran en silencio a la ciudad llenos de vergüenza; este sentimiento era provocado a causa de la contradictoria actitud de David y el poco aprecio que tenía hacia sus siervos.
Recordemos que Absalón había procurado matar a su propio padre y gobernar por él, el sentimiento de David cuando huía de su propio hijo está plasmado en el Salmo 3 en donde habla de él y sus siervos como "enemigos, adversarios y perversos" de ellos Dios le había librado por medio del pueblo, pero ahora veían a David lamentarse, lo cual indigno a todos pues David conocía cual es el castigo de los injustos.
Muchas veces como padres debemos reconocer que si no sabemos castigar a nuestros hijos, ellos serán castigados por alguien más (la ley humana, las malas experiencias, el fracaso, etc), lamentarse cuando las cosas ya han sucedido no tiene sentido alguno y es por eso que debemos saber actuar en su momento debido y con la firmeza de alguien que ama y que por lo tanto corrige (Hebreos 12: 8) es preferible pasar vergüenzas cuando nuestros hijos son niños que pasarlas cuando sean adultos (y que conste que castigarlos no es vergonzoso)
Vv. 5-6
Joab exhorta a David a reconocer el sacrificio de sus siervos, pues era vergonzoso para todos que el Rey lamentara más la muerte de aquel que procuro matarle, que la de aquellos que habían sacrificado sus vidas para librarle; la mentalidad de los israelitas era clara en cuanto al castigo de los hijos desobedientes (Deuteronomio 21: 18 – 21) y lo que el Rey hacia contradecía toda ley y razón.
Lamentablemente la mentalidad actual es muy diferente a la postura bíblica en cuanto a la enseñanza, la disciplina y la corrección; pues en la actualidad hemos entregado el rol de guía de nuestros hijos a la educación moderna (la cual esta corrompida), a los guías dominicales (muchos de los cuales no están preparados) y a las causas externas (televisión, internet, amistades, etc).
Muchos padres ondean la bandera del amor en pos de no querer castigar y corregir a sus hijos (dejando pasar berrinches, malas costumbres, etc); esto hace que cuando crecen y cometen fechorías los vitoreemos como si hubiesen hecho algo bueno y los cubrimos con nuestro manto de tolerancia, aun sabiendo que lo que hacen es pecado, es aborrecible y los conduce a la perdición; excusándolos de cualquier manera (que son otros tiempos, que no podemos ser represivos, que la juventud ha cambiado, etc.) este mis amados hermanos no es verdadero amor.
Vv. 7-8
Por ultimo Joab hace un juramento con la idea que David recapacite sobre sus acciones y que se dé cuenta que lamentarse por su desobediente hijo solo le traería el abandono y el desprecio de sus pueblo; por lo tanto David hace lo correcto y se levanta para ser visto por su pueblo y demostrarles que aún mantenía la cordura y aceptaba los hechos aunque pesaran sobre su corazón
Es hora que nosotros también hagamos lo correcto y empecemos a guiar a nuestros hijos como la biblia lo demanda de los padres cristianos, en disciplina y amonestación del Señor (efesios 6: 4) corrigiendo lo que esta torcido para que el día de mañana no lamentemos con lágrimas lo que pudo evitarse.
Si nuestros hijos ya son grandes y ya estamos lamentando las consecuencias de no haber disciplinado y corregido, entonces no dejemos que esto crezca y no seamos tolerantes, seamos la voz de la conciencia y exhortemos con la verdad el error, no tengamos miedo de llamar las cosas por su nombre, el pecado es pecado aunque sean nuestros hijos los que lo están cometiendo y callarlo u ocultarlo, no solo nos hace cómplices, sino que estamos acarreando la muerte a nuestros hijos y a nosotros.
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