La responsabilidad de todo creyente hacia Los favores inmerecidos que Dios otorga por gracia, es de glorificarle, honrarle y alabarle de la manera correcta y establecida bíblicamente, es decir públicamente y atribuyéndole a él solamente todo la misericordia mostrada; por lo que cada vez que tengamos la oportunidad debemos mostrar nuestro agradecimiento y sin temor, ya que además de servir de testimonio publico de las maravillas de Dios, cumplimos con sus propósitos.
Los escritores bíblicos sabían que debían glorificar a Dios y procuraban hacerlo cada vez que tenían oportunidad, y grande son las obras de Dios que siempre sobran las oportunidades de hacerlo; el Rey David lo sabia (2 Samuel 22: 47) y al verse librado exclamo su agradecimiento sin temor y sin duda alguna para que todos le escucharan; digno ejemplo para los cristianos, que hemos recibido tantos favores por medio de Jesucristo, empezando por la salvación que nos otorga por medio de la fe en su sacrificio en la cruz.
Debemos entonces dejar de limitar nuestra gratitud y nuestra adoración a momentos específicos o a resultados positivos y empezar a percibir que los favores de Dios son continuos y permanentes para con sus hijos, y que por lo tanto no podemos ocultar o callar tanta bondad, sino proclamar a grandes voces y a todo el mundo que engrandecido sea Dios.
Pensemos pues en sus favores y veremos que son constantes, pues Dios nos consuela, nos ayuda y nos auxilia cada día, todo por su grande misericordia y sublime gracia, es por lo tanto digno de toda exaltación que podamos darle; y debemos hacerlo a gritos de ser posible, ya que no existe mayor favor inmerecido que el que Dios todopoderoso otorga a hombres y mujeres pecadores, que el de la salvación, y a este favor muchos mas que nos muestra cada mañana.
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