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Los cristianos no estamos exentos de sentirnos autosuficientes y pensar que lo que hemos obtenido es porque somos capaces, inteligentes o lo suficientemente influyentes para lograrlo; pero la Biblia nos corrige acerca de este asunto y nos enseña que la manera correcta de ver los logros y éxitos son por medio de la voluntad e intervención de nuestro Señor Dios.
Reconoced quien es Dios
El salmista nos dice que parte del entendimiento de la soberanía de Dios, es el reconocimiento de quien es Dios, en el sentido de que el ser humano debe dar crédito a las acciones de Dios en su vida y a su alrededor; pero es algo que el mundo mismo se ha privado de hacer a causa de su pecado, atribuyendo asi las cosas que le pasan a cualquier cosa menos a quien merece todo reconocimiento.
Es común oír que se acusa a la suerte o a la casualidad cosas que no están en control, y las cosas que parecieran estar controladas las atribuimos a nosotros mismos, pero no meditamos que cualquiera que fuera la causa, esta no sucede sin que la soberana voluntad de Dios lo permita. De tal manera que darse cuenta de ello y reconocer que no hay poder mayor en las circunstancias que la voluntad de Dios es algo que todos debemos hacer
Pongámoslo de esta manera, la inteligencia para lograr un titulo académico, la salud para trabajar, las oportunidades que se presentan, todas estas causas son permitidas por Dios; así como también las causas que impiden que algo se logre, como la perdida de una carrera académica, no calificar en un puesto o que no se den ciertas oportunidades. Si bien nosotros debimos esmerarnos mas, nada acontece sin la benevolente voluntad de Dios que hará su voluntad.
El nos hizo y nadie mas
Siendo así, que nada escapa de su control (aun lo adverso) y reconociendo que el tiene la voluntad de hacer como el quiera para cumplir sus propósitos perfectos y santos, debemos pues concluir que somos suyos y que nada debe atribuírsele a nuestras habilidades por si solas.
Si bien debemos estudiar, esmerarnos, trabajar, arriesgar y demás. La gloria es para Dios quien concede que nuestros esfuerzos sean recompensados si así lo desea, las personas incrédulas ven a esto como una fatalidad; los cristianos llamamos al control de Dios su Providencia y damos gracias porque conforta saber que todo, absolutamente todo, pasa porque Dios así lo ha querido.
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