Uno de los mayores privilegios que como cristianos tenemos es el poder acercarnos a Dios tal y como lo haría un hijo con su padre, puesto que por la gracia de Dios los creyentes hemos dejado de ser enemigos de Dios para ser ahora hijos amados y herederos de sus promesas; es pues la misericordia y la gracia de Dios la que nos permite acercarnos a él con la confianza de que seremos escuchados y encontraremos el socorro que necesitemos.
Pero lamentablemente muchos creyentes aun temen acercarse y suplicar por el favor divino, pues piensan que deben obrar o actuar para ganarse el favor de Dios, más la Biblia nos enseña que es la obra de Jesucristo y no las nuestras las que nos permiten acercarnos a Dios y que en la justicia de Cristo es que somos justificados; lo que significa que si podemos orar y hablar con la confianza de que nuestras oraciones serán escuchadas pues Jesús obró y nos justificó para que podamos acercarnos a Dios.
Nuestras obras no deben hacernos pensar que somos más dignos que otros para que Dios nos escuche, si pensamos así lo único que conseguimos es hacer crecer nuestro orgullo carnal; nuestras obras deben ser el producto de un corazón agradecido con el favor de Dios y nunca como un pago por el mismo; la obra de Cristo, su vida, muerte y resurrección es lo que nos justifica y nos permite acercarnos con total confianza al Padre.