viernes, 31 de marzo de 2017

Todos somos iguales ante Dios

Personas en concierto adorando a Dios
Delante de Dios todas las personas son vistas por igual, y es una realidad que los humanos no comparten pues hacen diferencias entre ellos por su raza, género y posición; sin embargo por ser todos creación de Dios, aunque sus apariencias sean distintas, sus almas, pensamientos y corazones son vistos por igual; eso significa que: así como la misericordia de Dios se extiende a todo ser que busque con fe su rostro, también su juicio recae sobre todos los que obstinadamente huyen de él.
Justamente el texto de Romanos 2: 11 habla de la gloria y del juicio de Dios sobre todos los hombres (y mujeres) independientemente de su raza o posición; lo que nos muestra a Dios como Juez Justo, quien recompensa a quienes debe recompensar y castiga a quienes lo merecen, y los seres humanos debemos aceptar esta realidad y reconocer que en Dios no hay injusticia ni mala intención, sino que hará lo correcto para cada persona.
Ante todo esto debemos considerar que es lo más prudente y sabio de hacer, pues si Dios es totalmente Justo y nosotros vivimos fuera de su voluntad y en completa desobediencia, no nos queda más que juicio y castigo; más para aquellos  que reconocen sus faltas, se arrepienten de su rebeldía y ven en Jesús la única manera de salvar sus almas, han de recibir gloria, honra y paz (Romanos 2: 10) 
Librémonos pues de la carga que solo Cristo puede quitar, y lavémonos en el rio de misericordia y vida que fluye del trono de la gracia de Dios, busquemos con fe a Jesucristo y hagamos el bien como él manda y veremos vida; no importa nuestra raza ni nuestra condición pues Dios ve los corazones y conoce las intenciones que nacen del interior de las personas, por lo tanto no hay excusa para huir de él, así como tampoco habrá excusa el día del juicio para aquellos que le rechazan.   

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