Somos de Cristo, una enorme verdad encerrada en una pequeña frase, la idea que el Apóstol Pablo trato de transmitir a los creyentes a quienes se dirigía con su carta era hacerles ver que todos poseían una misma identidad y que todos tenían un mismo Señor y dueño, por lo tanto debían verse como iguales ya que ninguno tenia un valor mayor o menor que otro, pues a Jesucristo le había costado su vida adquirirlos.
Igualmente en la actualidad debemos sentirnos orgullosos de nuestra identidad en Jesús, ya que hemos pasado de ser personas sin destino a ciudadanos del reino de Dios, y de perdidos a salvados, todo esto por la fe en el sacrificio de Jesús; por tal razón y junto al privilegio de ser hijos de Dios, también tenemos la responsabilidad de ver como iguales a todo aquel que se cobije bajo la sombra de las alas de nuestro Dios.
Somos de Cristo tanto como lo son todos aquellos que creen en él, pues nos distingue una misma fe y una misma convicción, nos ha lavado del pecado el mismo cordero y el mismo sacrificio, y aunque existan diferencias y malos entendidos, no pueden haber desprecios para aquel a quien la Biblia nos hace llamar hermano.
Vale aclarar que no todos los que se llamen a si mismos discípulos de Jesús lo son solamente por decirlo, pues el mismo Jesús dijo que solo aquellos que hacen la voluntad del Padre lo son realmente, a estos últimos debemos identificar como nuestros hermanos (bueno, si también nosotros hacemos la voluntad del Padre) y debemos alentarnos unos a otros a seguir adelante el camino de la fe, pues como familia en Cristo que somos, tuvimos el mismo valor para Dios.
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