Es fácil para nosotros que ya conocemos los relatos bíblicos hablar de ellos y condenar sin medida alguna a aquellos incrédulos que los evangelios narra que rechazaron al Mesías al nacer y crecer entre los hombres; pero algo que realmente no meditamos es en nuestra conducta y caminar contemporáneo, el cual deberíamos analizar de la misma manera comparando con La Biblia, si es realmente que vivimos como cristianos o solo basamos nuestra fe en experiencias.
Este texto de Juan 1: 12 es uno de los textos mas bellos de los evangelios que narran la vida y obra redentora de Jesucristo, pero a la vez uno de los mas mal entendidos en el mundo actual, ya que de alguna manera hemos contribuido a su mala interpretación, limitando el gran poder que contiene a una especie de experiencia emocional que si no corrige a tiempo en vez de lograr su objetivo (salvar hombres) puede ser la perdición de muchos.
Recibir solamente o creer en Jesús
Debemos aclarar lo que el texto dice primeramente y después sacar conclusiones; en el versículo 9 nos presenta a Jesús como la Luz y en el 10 dice que el mundo no le conoció, ya en el versículo 11 nos dice que los Israelitas, es decir los suyos, no le recibieron, lo que significa que no le reconocieron como Mesías; podemos ver que aquí habla del rechazo al reconocimiento de que Jesús era la Luz del mundo manifestándose, en ese sentido continua el escritor diciendo que aquellos que si reconocieron a Jesús como la Luz verdadera, creyeron en él.
Hacemos esta aclaración porque en estos tiempos existen personas que piensan haber creído en Jesús pero sus vidas y sus hechos demuestran que rechazan completamente que él sea la Luz verdadera, ¿Cómo? Pues no permiten que esa luz les diga que camino seguir o donde escapar de las tinieblas en las que viven, haciendo según sus propias decisiones y burlándose de quienes tratamos de vivir en santidad y caminar rectamente para Dios.
Debemos entonces dejar de basar nuestra fe en experiencias temporales y vacías y empezar a ver los frutos que esta produce (Mateo 7: 21) sabedores que no son nuestras obras las que nos darán el perdón de Dios (eso solo lo puede hacer la fe en Jesucristo) pero consientes que las obras son el producto de una mente y corazón renovados, de una persona que en agradecimiento a Dios le sirve fielmente y que se deja guiar por la Luz verdadera que el mundo rechaza.
La Potestad de ser hijos de Dios
Aquellos que creen realmente en Jesús, es decir de aquellos que ven a Jesús como la Luz Verdadera y no le rechazan pensando que no necesitan su guía, tienen de parte de Dios la potestad para llamarse sus hijos, para lo cual Dios mismo hace nacer una nueva naturaleza capaz de obedecer y buscar la voluntad de Dios (Juan 3: 1 - 8). Esta bendición que obra y gracia de Dios, nos coloca en la categoría que todos los hombres quieren pero que no están dispuestos a vivir, porque aman mas hacer su propia voluntad y seguir en sus propios deseos.
En ese sentido ser hijo de Dios es a mas de un privilegio, una responsabilidad de vivir para quien nos ofreció su gracia y perdón; y esta forma de vivir en santidad y piedad nos asegura primeramente, que Dios ha hecho algo nuevo en nosotros y segundo que las bendiciones de Dios como Padre otorga a sus hijos fieles y obedientes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario