El año esta por terminar y seguramente a muchos les deja grandes y bonitos recuerdos, así como a otros penas y tristezas, ambos lados de la moneda han de recordar el año que se va, aunque no de la misma manera. Si bien para los cristianos toda circunstancia debe ser positiva, ya que lo hemos filtrado con los ojos espirituales, de manera que podemos como todo aquello que fue de cierta manera negativo, a la larga tenia un propósito de parte de Dios; a saber, el de hacernos crecer mas o menguar a nosotros mismos.
Contemos nuestros días
La Biblia nos hace el llamado a contar nuestros días, una manera de decir que hagamos cuentas de cada uno de ellos; y que pongamos sobre la mesa todos aquellos momentos vividos como un acto de reflexión. Eso es definitivamente un acto muy sano que todo creyente debería practicar al final de cada ciclo de su vida, poner sobre la mesa del maestro cada uno de nuestros días, ciertamente no solo para verlos, sino para contarlos.
Pero no solamente hacer memoria de ellos, sino confesarlos, revelarlos ante Dios, no es que Dios no sepa lo que aconteció, sino que debemos decirle con el corazón al descubierto que estamos consientes de todo lo que hemos hecho en cada momento; si lo tuvimos en cuenta, si buscamos glorificarle o simple y sencillamente vivimos a nuestro placer y antojo, pensando egoístamente solo en nosotros.
Sabiduría para el corazón
Pero ¿que finalidad tendría meditar y reconocer lo que hemos hecho, sino buscamos mejorar? Ciertamente esa es la razón que El Espíritu Santo tuvo al inspirar al autor sobre este Salmo. Que todos nosotros traigamos al corazón la Sabiduría para cambiar, mejorar, abandonar o transformar las cosas que han acontecido. Lamentablemente a muchos les avergüenza la idea de recordar sus actos y por lo tanto no traen a su corazón la capacidad de reflexionar.
Si nos privamos de las bendiciones de Dios, es por propia conciencia, claro que deseamos un mejor año nuevo, un nuevo inicio de año, una mejor carrera, un mejor porvenir, talvez querríamos enterrar algo que aconteció, pero no pensamos que lo único que debemos enterrar es a nuestro viejo hombre, ya que todos los momentos negativos Jesucristo ya los cargó por nosotros.
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