miércoles, 15 de junio de 2016

Un corazón limpio

Salmo 51: 10
Toda persona que se haga llamar cristiano debe aspirar a una vida correcta y santa delante de Dios, dejando atrás un pasado pecaminoso y alejado de lo que manda la Biblia, todo esto no por presunción, ni por autorrealización, sino porque esto lo requiere el Dios Santo al que nos hemos acercado, pues al llamarse cristiano estamos asumiendo seguir los pasos de Jesucristo y el siempre procuró en su vida terrenal obedecer a su Padre y lo logro aun en su muerte.
Esto lo decimos porque una iglesia o un grupo que se proclame seguidores de Cristo y que no predique estas verdades antes descritas no puede ni debe llamarse así; y es algo que estamos viendo cada vez mas, ya que la sociedad esta ejerciendo presión sobre las congregaciones, intentando introducir en las personas ideas erradas y modernistas camufladas de falsa tolerancia y humanidad; para lo cual los verdaderos creyentes deben estar alertas.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
El salmista David, conocedor de que para un cambio real se realice en un ser humano, este debe afectarlo, desde el interior hacia afuera y es por eso que el considera necesario un corazón limpio, y mas aun un corazón limpio que provenga de Dios; por tal razón le suplica a Dios que forje en el, un nuevo corazón, que no este contaminado ni corrompido por ideas humanas y pensamientos siniestros, que justamente provienen de un corazón contaminado por el pecado.
Es allí donde los cristianos debemos reflejarnos, en la sabia imploración del salmista por un corazón que Dios haya formado con sus manos y que contenga pensamientos que provengan de su voluntad perfecta; no puede un creyente aspirar a menos que tener un corazón así, puro y lleno de deseo por lo bueno y justo.

Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
Puede que la humanidad en su deseo de ser aceptado tal y como son, con todo y su corrupta mentalidad oscura de que lo malo puede ser bueno (Isaías 5: 20) haya olvidado que la regla de vida no es la humanidad misma sino lo establecido por su creador; y su voluntad como desde el principio debe ser obedecida pues como lo testifica la Biblia misma produce vida (Deuteronomio 30: 19 – 20); por ello debemos también aspirar a tener un espíritu recto. 
Las reglas del juego están cambiando,  en el sentido de que la sociedad quiere que aceptemos nuevos patrones y nuevas ideas acerca del matrimonio, la familia, los hijos, los roles de personalidad, etc. Pero Dios no cambia y sus estatutos y mandatos son eternos, los que creemos esto debemos erguirnos y regirnos sobre estos principios y leyes que Dios ha establecido porque son los pilares de una sociedad correcta conforme a su voluntad.

Conclusión
Luchemos por mantenernos los principios de Dios en alto y no nos dobleguemos por tendencias e ideas que parezcan buenas pero que ocultan como fin destruir a la familia y desobedecer a Dios; para ello debemos suplicar que sea Dios quien nos cambie desde el interior y forme en nosotros el deseo de hacer lo correcto, para que así veamos la buena y agradable voluntad de Dios sobre nosotros, nuestras familias y sobre nuestra sociedad.

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